Valeria Atkeys: “La música no es solo lo que hago… es parte de quien soy”
Esta semana hablamos de crear, resistir y heredar: el arte de componer música en Costa Rica
Desde pequeña, Valeria Atkeys supo que el piano sería más que un pasatiempo. “Desde los cuatro años, cuando mis papás me inscribieron en clases de piano, sentí que la música era algo muy natural para mí, casi como un primer lenguaje. Era mi espacio para jugar, comunicarme y conectar con otras personas desde lo lúdico y lo sonoro”, comentó. Aunque durante la adolescencia se alejó momentáneamente, esa ausencia le reveló lo esencial “me sentía incompleta, y entendí que lo que me hacía falta era justamente la música”.
A través de covers de Tori Amos con su hermana, retomó el piano con pasión. La búsqueda de una formación sólida la llevó a estudiar en la Universidad Nacional y luego a una larga etapa de formación con Alexander Sklutovsky, incluso mientras vivía en Barcelona. También profundizó en jazz e improvisación con Luis Monge. Años de formación clásica y contemporánea le dieron la base técnica, pero también la necesidad de explorar nuevos caminos: “quise encontrar mi propio lenguaje, y ahí nació mi ‘loquera’: una mezcla de piano, sonidos acústicos y música electrónica”, indicó la artista.
En esa exploración, lo tecnológico ocupa un lugar natural. “Desde niña me ha gustado la tecnología, así que unirla con el arte era inevitable. Ahí entendí que la música no era solo lo que hacía… era parte de quien soy”.
Hoy, Valeria se mueve entre lo electrónico y lo acústico. “Me gusta construir paisajes sonoros con el piano, los beats, los samples, y fusionar géneros como el electro-pop, nu disco, funk, dance y también ritmos latinoamericanos. Incluso he explorado el electro reggaetón”. Aunque inició componiendo en inglés, afirma que ahora es esencial para ella escribir en español porque para la artista “nuestra lengua debe tener un espacio fuerte en géneros como la electrónica, que suelen estar dominados por otros idiomas”.
Su disco más reciente, Galaxia, es una declaración de principios artísticos. “Lo pensé como una experiencia sonora, escénica y emocional, pero también como una fiesta cósmica. Cada canción fue pensada como un capítulo dentro de una historia más amplia”. Para este trabajo, se sumergió en lecturas de Carl Sagan y reflexiones sobre el universo: “estamos hechos de las mismas partículas del cosmos”.
Desde Costa Rica, componer música también es un posicionamiento. “Es construir una voz desde un lugar pequeño pero profundamente rico en cultura, naturaleza y sensibilidad. Es representar lo que somos desde otros lenguajes, donde lo tropical, lo alternativo, lo femenino y lo electrónico pueden coexistir”.
Esa resistencia creativa se sostiene en una visión clara de los desafíos estructurales según la artista, “una de las principales barreras es la falta de una industria musical formal y articulada. No hay suficientes sellos, medios especializados, ni circuitos de circulación que permitan sostener una carrera únicamente desde la composición”. A esto se suma la precariedad laboral y la falta de protección a los derechos de autor ya que “muchas veces no existen contratos claros, pagos justos o mecanismos de protección, y eso precariza el oficio de componer”.
También subraya la urgencia de fortalecer la formación musical en múltiples niveles. “Hace falta una formación más integral y actualizada, que no solo se enfoque en la interpretación, sino en áreas como producción musical, improvisación, herramientas tecnológicas, autogestión, promoción, distribución digital y aspectos legales”. Valeria pone énfasis especial en una necesidad muchas veces ignorada, “es fundamental abrir más espacios de formación para niñas, niños y jóvenes en zonas rurales y costeras, donde el acceso a una educación musical de calidad todavía es muy limitado”.
En ese mismo sentido, destaca que también es clave invertir en la formación de públicos. “Fomentar el gusto por la música nacional, crear experiencias educativas alrededor del arte y acercar a la ciudadanía a distintos géneros. Sin público, no hay escena sostenible”.
A nivel económico, ve potencial en herramientas poco exploradas como la sincronización musical. “Sigue siendo un territorio incierto o inaccesible para muchas personas en la escena costarricense. Democratizar ese saber técnico y legal es urgente para abrir nuevas vías de sostenibilidad”, subraya.
Entre sus principales logros menciona con orgullo haber consolidado un proyecto artístico con identidad clara. Miradas Transparentes fue preseleccionado a los Latin Grammy 2024 y su sencillo Midnight Running ganó el premio ACAM en 2021. Además, destaca sus giras por Europa, Estados Unidos y América Latina, y la producción del Wila Fest, el primer festival masivo de mujeres en la música en Centroamérica. “Fue un espacio colectivo co-producido con un equipo impresionante y con la colaboración de todas las artistas que se apuntaron”.
Compone desde el juego, pero también desde lo íntimo y lo político: “muchas veces escribo desde el amor diverso, desde experiencias personales que rompen con los moldes tradicionales. Como mujer, centroamericana y parte de la comunidad LGBTQ+, siento la necesidad de visibilizar realidades que a menudo quedan fuera de los discursos dominantes”.
Para ella, componer es también una forma de acompañar y movilizar. “mi música tiene una intención: mover, acompañar y, ojalá, despertar algo en quien la escuche”.
Y al hablarle a nuevas generaciones de compositoras y compositores, Valeria lo dice sin rodeos: “Confíen en su voz, aunque al principio no suene como la imaginan. Componer es un proceso íntimo, creativo y poderoso. Busquen comunidad, cuiden su obra y no se limiten por las condiciones del entorno. Vivir de la música en Costa Rica tiene sus retos, pero también hay muchas oportunidades cuando se trabaja con constancia, identidad y pasión”.