Adrián Poveda: “La música popular es una cadena y uno es un eslabón”
Esta semana hablamos de crear, resistir y heredar: el arte de componer música en Costa Rica
Adrián Poveda, figura clave en proyectos como Monte, Modska, El Mundo Entero y Continental, no vivió la música como una revelación repentina, sino como una sucesión de momentos significativos. “No sé si puedo pensar en un momento específico, sino más bien una serie de momentos y situaciones”, explica en la entrevista que le hicimos. Desde un teclado barato en su casa y una guitarra acústica que le regaló su abuelo, hasta aprender su primer riff en el recreo del colegio o asistir a conciertos en La Rana o Cus, la música fue abriéndose camino en su vida de forma natural.
Un factor determinante fue su entorno familiar: su padre trabajó en la producción de conciertos internacionales a finales de los años 80 y principios de los 90. “Ahí tuve chance de ver a muchos artistas y, más importante, lo que más me impresionaba era ir a ver a los técnicos montando el escenario, ver las pruebas de sonido y cómo se movía todo atrás”. Esa misma productora gestionaba a Café con Leche, lo que le permitió asistir a ensayos y forjar desde joven una relación cercana con José Capmany. Su vocación, entonces, se fue tejiendo entre vivencias cotidianas y un contacto directo con el corazón de la escena musical.
Ese detrás de escena, más que el espectáculo mismo, le marcó una ruta. Hoy, Adrián se reconoce como parte de una cadena histórica en la música popular costarricense. “Estoy consciente de que la música popular es una cadena y uno es un eslabón de esa cadena, que construye en oposición o en base a lo que pasó antes (y a lo que está pasando), y que por alguna razón esas conexiones suelen no estar tan claras en Costa Rica”, comentó.
Uno de sus motores ha sido precisamente reconectar esos eslabones. “No hubo una transmisión de conocimiento técnico entre los músicos de generaciones anteriores con mi generación por lo menos. Volver a sacar a la luz a todas estas bandas pioneras ha sido un trabajo reciente con el que aún estoy entendiendo mi lugar en la cadena”.
Aunque hay días de rutina, en su arte no hay fórmula fija. “Tengo muchas formas de atrapar’ canciones. A veces tengo rutinas muy intensas de semanas donde me siento a la misma hora a trabajar [...] y en ese proceso rutinario, suelo entrar en un estado mental donde estoy más abierto a la intuición”, nos comentó.
Pero Poveda también desmitifica la noción romántica del artista tocado por la inspiración, ya que para él “hay un mito popular sobre los -momentos mágicos de inspiración- que ha sido perpetuado por las películas y termina siendo bastante dañino, porque no muestra el oficio real de ser músico y compositor y todo el trabajo que hay detrás”.
Esa perspectiva se alinea con su manera de componer, el artista nos comentó que “nunca me siento a escribir de algo, primero dejo que salga y después voy entendiendo de qué trata la canción, inclusive años después”.
Para Adrián, los retos del oficio no se limitan al arte, sino a un ecosistema adverso. “La tecnología dejó de enfocarse en buscar nuevas y mejores formas de hacer música y se concentró en la manera de entregarla masivamente y gratis. El consumo ilimitado puede ser muy conveniente para los usuarios, pero ha sido totalmente explotador para la gente que hace el trabajo”.
Señala además una precarización estructural, “no tenemos presencia ni peso sindical para lidiar con entes como CANARA, que se niegan a dar una cuota de tiempo decente a la producción nacional en las radios nacionales. Tenemos un SINART y un sector de cultura debilitado por las administraciones actuales”.
En lo cotidiano, la competencia no solo es digital, el artista considera que “estamos obligados a regalar la música en plataformas gratuitas y además competir con el catálogo mundial [...] En la vida no-virtual, tenemos que competir con 2 o 3 conciertos internacionales todas las semanas y aspirar a tal vez ser teloneros”.
Poveda considera que a nivel musical aquí hay muchísimo talento, y el problema no está en los artistas, sino en esos temas estructurales que nos comentó. A su juicio, hace falta transmisión de conocimiento técnico, pero también formación de públicos y fortalecimiento de todos los oficios que sostienen la escena: “Otra cosa a incentivar es que la escena no son solo la gente que hace música. Se necesitan fotógrafxs y diseñadorxs, gente en medios de comunicación, managers honestos, sonidistas, ingenierxs, promotores. No todo el mundo tiene que hacer música necesariamente, esos otros roles son igual de importantes y esenciales”.
¿Es posible vivir de la música en Costa Rica?
Cortesía de Adrián Poveda
Adrián cree que sí. “En algún momento fue una fuente sostenible y esencialmente podría volver a serlo”, asegura. Propone medidas concretas: “Dar un porcentaje obligatorio de producción nacional en las radios y medios ha sido beneficioso en otros países. Fondos de cultura bien utilizados [...] Corea del Sur tomó decisiones osadas y comenzó a invertir un porcentaje del PIB en formar una industria de arte y entretenimiento. En menos de una década dieron como resultado una industria millonaria en el K-pop [...] Un país pequeño como el nuestro”.
Para él, el potencial existe. En 2020, el mercado musical en Costa Rica generó 9.3 mil millones de colones “casi totalmente sin apoyo”. Y concluye: “Creo que si hubiera un poco más de cerebro en los sectores empresariales y gubernamentales, podríamos ser un país fuerte a nivel regional y mundial. En vez, aspiran a la servilitud del turismo, a que entren empresas de afuera a zonas francas, a vender nuestras playas”.
El apoyo del público es clave, pero no suficiente: “Está la línea básica de apoyar yendo a conciertos, comprando la música y el merch de las bandas [...] Pero tampoco es justo que el peso caiga solamente sobre el público, cuando hay sistemas predatorios de consumo y actores estatales y gubernamentales que están debilitando activamente a la cultura nacional”.
Finalmente, a quienes dan sus primeros pasos como compositores, les deja un consejo claro: “Reiteraría que se den chance de fallar, de hacer cosas malas. Contrario a lo que inspiran las redes sociales, no tienen que compartir todo. [...] Compartir el acto de hacer música con otras personas y dejar suficiente espacio para que otros aporten a la composición [...] es una buena actitud de tener”.