Tiny moving parts: “Cada disco es una etapa de nuestras vidas”
Tiny Moving Parts
Desde un pequeño pueblo en el corazón del Midwest estadounidense, donde los inviernos marcan carácter y los lagos reflejan emociones, nació una de las bandas más intensas, técnicas y vulnerables del emo contemporáneo. Tiny Moving Parts es un trío familiar formado por los hermanos William Chevalier (batería) y Matthew Chevalier (bajo y coros), junto a su primo Dylan Mattheisen (guitarra y voz principal). Iniciaron su camino en la adolescencia, entre clases de secundaria y ensayos en sótanos, sin imaginar que años más tarde estarían tocando sus canciones al otro lado del continente.
Con una discografía sólida que abarca ocho álbumes de estudio —además de múltiples EPs y splits— Tiny Moving Parts ha sabido evolucionar sin traicionar su esencia: guitarras vertiginosas, estructuras impredecibles y una emocionalidad cruda que no teme exponerse. Cada disco ha representado no solo un salto creativo, sino también un registro íntimo de su crecimiento personal.
Su lanzamiento más reciente, “Deep in the Blue”, publicado de forma independiente en noviembre de 2024, marca un punto de inflexión. No solo por el sonido más pulido y las nuevas capas electrónicas que incorpora, sino por la madurez con la que la banda abraza el paso del tiempo, el dolor y la necesidad de transformarse.
Como parte de su gira latinoamericana 2025, la banda llega por primera vez a Costa Rica este 5 de julio, con un concierto en Amón Solar que promete ser una noche intensa. En entrevista con Kilómetro Cero, Dylan Mattheisen habló sobre esta nueva etapa, la vida en banda y lo que significa encontrarse con un público que, aún sin conocerse, puede sentirse profundamente reflejado en sus canciones.
“Siempre intentamos que cada disco sea una obra única, pero también tratamos de mantenernos fieles a nuestro sonido. Es como si cada álbum fuera una etapa de nuestras vidas”, dice Dylan. “Deep in the Blue” es, para él, un reflejo directo de quiénes son hoy como banda, una fotografía emocional y técnica de su presente. En este nuevo trabajo se atreven a experimentar con sintetizadores y voces distorsionadas, decisiones que surgen tanto del impulso como de la apertura creativa que encuentran en el estudio junto a su productor y amigo Greg Lindholm, a quien consideran un cuarto miembro.
Pero más allá del sonido, lo que sostiene a Tiny Moving Parts es su honestidad. Las letras del disco están impregnadas de imágenes naturales del Midwest: el agua, el clima, los paisajes que han moldeado su identidad. “Nos resulta natural escribir sobre eso. Crecimos rodeados de lagos, con las cuatro estaciones bien marcadas. Eso está en nuestra piel”, explica Dylan. Es una forma de hablar del interior usando el exterior, de nombrar la angustia a través del deshielo, del viento o de la profundidad de un lago.
Esa vulnerabilidad también ha sido parte del aprendizaje. “Antes tocábamos un montón de shows seguidos, viajes larguísimos, dormíamos casi nada… Eso te pasa factura. Hoy entendemos que el equilibrio en la vida es clave”, confiesa Dylan al hablar del proceso de cuidarse y sostenerse emocionalmente como banda. Lo dicen sin pretensiones, con la misma franqueza con la que hablan de seguir siendo primos y hermanos que comparten una amistad de infancia. Su dinámica se basa en saber cómo no molestarse mutuamente, en compartir gustos y en mantener viva la curiosidad creativa. “Siempre estamos probando nuevas afinaciones, sonidos, sintetizadores… nos motiva que siempre hay algo nuevo por descubrir”, comentó.
En un panorama musical donde la técnica muchas veces se impone a la emoción o viceversa, Tiny Moving Parts logra encontrar un equilibrio único. Dylan mira con entusiasmo la evolución del emo actual, celebra la aparición de nuevas bandas y destaca la importancia de que cada proyecto encuentre su voz. En su caso, esa voz sigue siendo la mezcla entre el grito y la melodía, entre lo frágil y lo calculado, entre lo que se rompe y lo que sobrevive.
Tocar por primera vez en Latinoamérica representa algo más que una gira: es una puerta abierta hacia lo desconocido, una forma de escribir un nuevo capítulo. “Cada ciclo de álbum se siente como un nuevo comienzo. Este disco habla de cambio, lucha interna, renacimiento… Así que sí, tocar en lugares nuevos como San José definitivamente se siente como el comienzo de algo distinto”, asegura. Con la emoción de quienes aún se sorprenden de su propio alcance, Dylan agrega que están felices de conocer nuevas culturas, probar nueva comida, y vivir lo que cada ciudad les ofrezca.
Sobre el concierto en Costa Rica, Dylan espera conexión, entrega y comunidad. “Lo único que queremos es que todos los que vengan al show pasen el mejor rato posible. Estas canciones significan mucho para nosotros, y ojalá también signifiquen algo para quienes nos escuchen por primera vez.”
A la hora de elegir el repertorio para la gira, Tiny Moving Parts apuesta por construir un setlist lleno de “bangers”, como dice Dylan. Tocan canciones de todos sus discos, porque todos les importan por igual. Lo importante no es solo lo que suena, sino lo que se comparte. “Cada show sigue siendo significativo para nosotros, sin importar cuántos hayamos hecho.”
Cuando se le pregunta qué le diría al Dylan de 2008, aquel que apenas comenzaba a tocar en un sótano de Minnesota, responde con gratitud: “Estamos muy agradecidos de poder tocar nuestras canciones por todo el mundo. Cuando empezamos, jamás pensamos que íbamos a salir de ese sótano. El hecho de que vayamos a tocar en Costa Rica es absolutamente increíble.”
Y sí, lo es. Para quienes los han seguido durante años y para quienes los descubrirán por primera vez este 5 de julio, será una noche que confirma lo que Dylan dijo desde el inicio: cada disco es una etapa de la vida. Y algunas etapas se celebran mejor en vivo.