POR QUÉ IMPORTA JOSE CAPMANY
Por Ernesto Adduci*
La primera vez que vi tocar a Capmany fue en el Gimnasio Nacional en el 84. Todavía estaba con Enrique Ramírez y la química era perfecta. Ese mismo día “Mamá y papá” se convertía en la primera canción tica que llegaba al número uno de las “30 Poderosas” de Radio Uno. Ese era el primero de una serie de caminos que Capmany abriría para los músicos costarricenses.
Para el 95 conocí a un grupo de compas que se llamaba BFS Producciones. Ellos habían encomendado la labor de producción del chivo de Enanitos Verdes (aquel del Big Bang que reventó el Palacio de los Deportes) a Capmany, quien al igual que los BFS tenía muy poca experiencia en este asunto de las producciones de conciertos. Por esas cosas del destino, yo era el publicista del evento y tenía cero experiencia.
La primera vez que José llegó a la agencia de publicidad fue lo que pueden esperar: José Capmany en una oficina. Si bien lo conocía y el me conocía como fan, José nunca se comportó como un extraño. Parecía que trabajara de 9 a 5 en la agencia, siempre seguro, acribillando el teclado del computador que le prestamos. Siempre auténtico, siempre feliz.
El concierto salió bien. José lo abrió, al igual que el segundo y el tercero ...
Después vino Rock Fest. José fue el primero en apuntarse en aquella aventura. Él fue quien cambió el concepto de una batalla de bandas a un festival, pues siempre creyó que el movimiento se debía unir. Karma; él y su banda ganaron el primer premio que rifamos: un video en la difunta TVA. Nunca lo reclamó.
Ese mismo año lo invité a una actividad en Jacó, para un evento de una agencia de viajes. José llegó solo en un bus, se bajó, caminó casi un kilómetro bajo el sol, me dio su guitarra y su maletín y se fue directo al mar. José amaba el mar. Horas después, interpretaba “El barco” al atardecer.
Después del Fest del 98, mi carro me llevo hasta el final de la calle de Tamarindo, ahí donde el concreto se vuelve arena. Prendí las luces altas y alumbré un afiche blanco y negro que decía “José Capmany, Hotel Pasatiempo, 9p.m.”. Al llegar, José me vio, paró en media canción, dejó su guitarra en un pedestal y se acercó a darme un abrazo.
Pasaron cinco Rock Fest y nuestra amistad siguió fortaleciéndose. Luego de mudarme a Chicago, José me escribió sobre sus posibilidades en México, sobre sus viajes a New York y a New Jersey; sobre sus sueños. En ese momento me dijo: “si nos dan un buen chance para expresar lo nuestro, vamos a patear culo!”
Cuando viajé a San José en octubre del 2001, nos juntamos en Antojitos de San Pedro. El mesero nos trajo una “gin” y mi trago. José había dejado la bebida hacía mucho tiempo. Hablamos durante horas, sobre la vida, sobre el rock, los sellos disqueros y el futuro. Era el 10 de octubre, jamás me pasó por la cabeza lo que venía.
A la salida, José se llevó un vasito de los que se usan para el tequila –para llevárselo a Maria- y el primer disco del Rock Fest. Llegamos a su carro y me pidió escuchar las últimas dos canciones que venían saliendo frescas del estudio de Domínguez. Aunque -como siempre- iba tarde para algún lado, nos fuimos a Sand y le pedimos al mesero que nos pusiera el disco. Nos quedamos ahí un rato más y con “Light My Fire” de The Doors salimos del local. Esa es mi última imagen que tengo de mi amigo: dos compas, haciendo lo que les gusta y, escuchando lo que viven. Ni más ni menos.
José murió tres días después.
Su muerte nos destruyó. Fueron días muy oscuros, pero a la vez desencadenó una reacción increíble en sus amigos. Periodistas, músicos, productores, promotores, fans, amigos…no hubo nadie que en ese momento no quisiera hacer algo para preservar su memoria. Lo obvio era un chivo, un disco.
Éramos un grupo heterogéneo, donde estaban los Café con Leche, en particular Carlos Domínguez trayendo a la vida canciones abandonadas o en proceso de la historia de José. Las portadas del disco doble (“Volando Alto/Historia Salvaje”) las hizo Massimo. Eduardo D’Alessio y Gustavo Pacheco produjeron el concierto para televisión en el redondel de Zapote con un grupo muy grande y distinto que solo se unía por el amor a José. Es el mejor ejemplo de la magia de haber estado cerca de José Capmany: la unión, el amor, siempre alrededor de la música.
Sus hijos Pedro, Pablo y María José eran chiquitos. Hoy dos de ellos son padres de familia. Hoy José sería abuelo y sería un gran abuelo. María, su esposa, es una mujer plena y feliz, como él lo hubiera querido.
Nosotros llevamos más de dos décadas sin José. Sus canciones han sonado millones de veces en plataformas y otro tanto en bares, emisoras de radio y en las voces y guitarras de sus amigos que no dejan de cantarlas. Los últimos tres conciertos de Café con Leche han agotado sus entradas. Su legado lo mantiene más vivo que nunca.
Cortesía de Ernesto Adducci
Hace un año comenzamos el trabajo de llevar la música de José a plataformas digitales, algo que nunca conoció. Este viernes pasado presentamos “Historia Salvaje”, ese primer álbum póstumo que Domínguez y muchos nos regalaron y que incluye versiones nuevas y canciones que nunca habían llegado a plataformas. Notable el lanzamiento de “El primer día del verano” que hasta ahora se regala a sus fans.
Falta camino. Creo que el trabajo nunca se va a terminar. Nos falta todo el “Volando Alto”, versiones que hemos encontrado de canciones tan únicas como “Born In Hatillo 6”; siguen apareciendo videos de presentaciones en los 80s y 90s, versiones de sus canciones por otros artistas…la lista sigue. La historia es salvaje y larga. Su memoria nos guía.
Seguimos. “Todos juntos ya!”
*Ernesto Adduci es fundador de Rock Fest y con su sello Rock Fest Records preserva la memoria de Jose Capmany y su catálogo.